martes, 13 de octubre de 2009

Curso 2009-2010. Historia de la Filosofía. 2ª entrega: Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Descartes.

Agustín de Hipona (354-430)



Índice.

1.Biografía.

2. Tema central de su pensamiento.

3. Las ideas más relevantes del pensamiento cristiano.

4. La Patrística.

5. Fe y razón en San Agustín.

6. El camino hacia la verdad.

6.1. Autotrascendimiento del hombre en el conocimiento.

6.2. Autotrascendimiento del hombre en la voluntad.

7. Teología y antropología en San Agustín.

7.1. Teología.

7.2. Antropología.

7.2.1. Naturaleza del alma.

7.2.2. La libertad y el problema del mal.

8. Filosofía de la Historia.

1.Biografía.

San Agustín nace en Tagaste, cerca de Cartago en 354. Hijo de padre pagano y madre cristiana fue educado por ésta en el cristianismo, que abandonó en su juventud. Sostuvo la filosofía maniquea, contra la que más tarde polemizó. En Milán su contacto con San Ambrosio le conducirá a convertirse al cristianismo (386). En esta época lee las obras del neoplatónico Plotino. Muere en 430 mientras los vándalos sitiaban Hipona, cuando el Imperio Romano era destruido.

2. Tema central de su pensamiento.

El objetivo principal de su obra es el de alcanzar el conocimiento de la Verdad que, para él, no puede ser otra que la verdad cristiana. La verdad cristiana afirma que Dios sale al encuentro del hombre por amor, en la persona de Cristo, llamándole a un modo de vivir en el que el ser humano encuentra la plenitud y la felicidad.
Para lograr alcanzar la Verdad el hombre ha de buscarla en su interior, en un proceso de autotrascendimiento que le lleva más allá de si mismo y hacia Dios mediante el conocer y el actuar. Ese proceso supone una teología que entiende a Dios como realidad inmutable y verdad absoluta, una antropología que define al hombre como alma racional capaz de elegir entre el bien y el mal y una filosofía de la Historia que la entiende como el escenario en el que la lucha entre el bien y el mal tiene lugar, orientada hacia un fin último: la salvación.

3. Las ideas más relevantes del pensamiento cristiano.

La aparición del cristianismo provocó un fuerte impacto en la sociedad y en el pensamiento filosófico occidental con ideas como la de “creación” y la de “libertad moral del ser humano”.
Para el pensamiento griego, la noción de creación desde la nada es absurda. De la nada, nada sale y la Naturaleza es eterna. El pensamiento cristiano sostiene por el contrario que el mundo es creado por Dios de la nada sin otra condición que su voluntad.
Por otro lado, para el pensamiento griego, el bien o el mal moral son resultado de la sabiduría o de la ignorancia. En la naturaleza humana está arraigado el deseo de lo bueno. ¿Por qué deseando lo bueno hacemos muchas veces lo malo, lo que nos perjudica y nos hace infelices? Por ignorancia. Luego la sabiduría será la causa de la virtud y la felicidad.
Para el cristianismo, por el contrario, la actitud del ser humano ante el bien o el mal es una cuestión de elección, antes que de conocimiento. La naturaleza humana, dañada por el pecado, puede desear por naturaleza el mal. En esta situación, sólo la ayuda divina (la gracia) y su elección pueden dirigirle hacia el bien y la felicidad.

4. La Patrística.

La Patrística designa a un conjunto de autores cristianos que, durante los primeros siglos del cristianismo, tratan de pensar su fe mediante argumentos filosóficos por diversas razones: 1) la expansión del cristianismo da lugar a interpretaciones de las verdades religiosas que serán consideradas heréticas y que han de ser refutadas; 2) la hostilidad del paganismo ante un cristianismo que se iba expandiendo obligó a los cristianos a tomar una actitud defensiva y polémica.
A partir del siglo II aparecen los “Padres apologistas” que realizan la defensa del cristianismo. Esta labor culmina el la Escuela de Alejandría, donde pensadores como Clemente u Orígenes realizan una exposición sistemática del pensamiento cristiano enmarcado en conceptos filosóficos. Junto con los anteriores sobresale Agustín de Hipona, cuya obra y personalidad resumen el mundo antiguo e inicia uno nuevo.

5. Fe y razón en San Agustín.

El objetivo de San Agustín es alcanzar la comprensión de la verdad cristiana y a este fin colaboran fe y razón conjuntamente, sin que trace límites entre ambas y sin distinguir entre lo aceptado por la fe y lo argumentado por la razón. Razón y fe colaboran del siguiente modo: 1) la razón ayuda al hombre a alcanzar la fe; 2) posteriormente la fe orienta e ilumina a la razón; 3) por último la razón contribuye a esclarecer los contenidos de la fe. Esta colaboración queda resumida en la siguiente frase: “Comprende para creer, cree para comprender”.
La relación que establece Agustín entre razón y fe obedece a varias causas. En primer lugar parte de la convicción de que la verdad es única y el ser humano ha de alcanzarla por todos los medios posibles. En segundo lugar, la filosofía platónica y neoplatónica que constituyen la base de su pensamiento consideran que el entendimiento humano puede conocer la realidad divina. En tercer lugar, los polemistas anticristianos no hacían diferencias entre cuestiones de razón y de fe cuando atacaban al cristianismo por lo que los primeros pensadores cristianos tampoco hacían esa diferencia.

6. El camino hacia la verdad.

6.1. Autotrascendimiento del hombre en el conocimiento.

Para Agustín el hombre debe perseguir la Verdad mediante un proceso de interiorización, buscándola dentro de sí mismo “porque en el hombre interior habita la Verdad”. Este es el punto de partida de un camino ascendente que va a llevar al hombre más allá de sí mismo, es decir, autotrascendiéndose hasta llegar a Dios. Veamos cuales son sus pasos.
El inicio del camino hacia la Verdad no se halla en el exterior, en el conocimiento sensible, sino en la experiencia que el hombre posee de su vida interior. El mundo exterior no puede ser el fundamento de la Verdad porque es limitado y cambiante. Todo lo que nuestros sentidos conocen cambia sin cesar a lo largo del tiempo. ¿Puede esto conducirnos a dudar de toda verdad? El propio Agustín pasó por la experiencia de dudar de casi todo debido a la influencia del escepticismo de Cicerón, pero lo superará con el siguiente argumento: el pensamiento que duda no puede negar la verdad de que duda y la existencia de quien duda. “El que no existe no puede engañarse, y por eso, si me engaño, existo”.
Por tanto, el punto de partida para la búsqueda de la verdad se encuentra en la experiencia de la vida interior del hombre. La interiorización consiste en un proceso por el cual el ser humano se vuelve hacia sí mismo en vez de centrar su atención en el mundo exterior. Ahora bien, la interiorización es el comienzo de un proceso ascendente que llevará al ser humano más allá de si mismo, autotrascendiéndose hasta alcanzar a Dios.
Los pasos de ese proceso consisten en primer lugar en constatar que nuestra propia naturaleza es mutable y que, a pesar de ello, encuentra verdades inmutables en sí, superiores a la propia naturaleza del alma. Estas son las ideas que el ser humano encuentra en sí y que, sin embargo, son superiores a él. Siguiendo a Platón, Agustín afirma que entre ellas se encuentran las ideas de orden lógico o metafísico (verdad, falsedad, semejanza, unidad), de orden matemático (números y figuras) y de orden ético y estético (bondad, belleza, etc).
En segundo lugar San agustín afirmará que las ideas no pueden tener su origen en la naturaleza humana, que es finita y mutable. Situará el fundamento y el lugar de las ideas en la mente divina, en Dios como realidad inmutable y verdad absoluta. Este es el segundo paso en el proceso de autotrascendimiento, que lleva al hombre hasta la verdad absoluta, más allá de si mismo.
Ahora bien ¿cómo puede el hombre conocer las ideas sin ser su causa? Agustín expone cómo se realiza dicho conocimiento mediante su teoría de la iluminación. Al igual que el ojo puede ver un objeto gracias a la luz, el alma del hombre conoce las verdades inmutables por iluminación divina. Esta teoría proviene de Platón. Para Platón, la idea del Bien es el Sol del mundo inteligible. Como el Sol, al iluminar las cosas, las hace visibles, el Bien ilumina las ideas haciéndolas inteligibles. Pues bien, para Agustín (a partir de la interpretación neoplatónica) la función iluminadora viene a corresponder a Dios.

6.2. Autotrascendimiento del hombre en la voluntad.

EL ser humano , según Agustín, se caracteriza por una actitud de búsqueda constante que lo lleva a autotrascenderse, es decir, a buscar más allá de sí mismo. Ese impulso de su autotrascendimiento no sólo tiene lugar en el ámbito del conocimiento, sino también en el de la voluntad. El ser humano desea el bien y la felicidad, pero los bienes de este mundo son todos limitados y por tanto no sirven para satisfacer su ansia de bien y felicidad absoluta. El hombre no puede encontrar en sí mismo el bien que lo haga feliz. Así, se ve obligado a autotrascenderse y a buscar el bien que le pueda proporcionar la felicidad absoluta más allá de sí. Ese bien es Dios. La felicidad suprema se hallará en el amor de Dios, en la posesión de Dios prometida a los cristianos como premio a la tensión y a los esfuerzos desplegados en su vida.

7. Teología y antropología en San Agustín.

El proceso por el cual el ser humano, buscando la Verdad, examina su vida interior hasta autotrascenderse en Dios, supone una concepción de Dios y el hombre cuyos rasgos principales son los siguientes.

7.1. Teología.

Agustín no va a formular argumentos a favor de la existencia de Dios tomados de la realidad exterior. La auténtica prueba agustiniana es la que parte de las ideas, de sus caracteres de inmutabilidad y necesidad, de “aquella verdad que no puedes llamar ni tuya ni mía ni de hombre alguno, puesto que está presente en todos y a todos se ofrece por igual” (Del libre albedrío, II, 12,33). La naturaleza inmutable de las ideas contrasta con la mutabilidad de la naturaleza humana y remite a una verdad inmutable, la de Dios.
En tanto que Dios es causa de las verdades necesarias, inmutables y eternas que existen en el alma, entonces es la verdad suprema, inmutable y eterna; el ser supremo y perfectísimo, sin composición alguna, es decir, uno y simple.

7.2. Antropología.

7.2.1. Naturaleza del alma.

Para Agustín en el ser humano existen dos sustancias distintas, el alma y el cuerpo. No es cuerpo, ni conjunto de ambos, sino “alma racional que se sirve de un cuerpo mortal terrestre”. En el alma distingue dos aspectos: la razón inferior y la superior. La razón inferior tiene como objeto la ciencia, es decir, el conocimiento de las realidades sensibles. La razón superior tiene como objeto la sabiduría, esto es, el conocimiento de las realidades inteligibles que nos elevan hacia Dios.
Con estas ideas, San Agustín sigue a Platón, pero se separa de él al negar la preexistencia y la reencarnación de las almas. La doctrina cristiana de la transmisión de la culpa le llevó a defender el traducianismo, según el cual las almas de los hijos provienen de las de los padres, aunque no llegó a estar convencido de esta teoría. Acabó inclinándose por la creación del alma de cada ser humano, de forma inmediata por Dios.

7.2.2. La libertad y el problema del mal.

Un elemento central de la antropología cristiana es la afirmación de la libertad individual como posibilidad de elección entre el bien y el mal. El pensamiento griego identifica el mal moral con la ignorancia: el que obra mal no lo hace porque elija libremente realizar una conducta reprobable, sino porque su ignorancia le conduce a creer que tal conducta es la mejor. Sin embargo para el cristianismo el hombre sí puede apartarse del auténtico objeto de su felicidad y es responsable de tal alejamiento que, por tanto, es resultado de su propia decisión libre.
La experiencia cristiana de la libertad es una experiencia dramática, ya que la libertad se halla amenazada por la corrupción de la naturaleza, que inclina al ser humano hacia el mal, y por la fuerza de la gracia, que lo empuja hacia el bien. Ante ese conflicto, el pelagianismo había minimizado la inclinación del hombre hacia el mal, negando la necesidad de la gracia. San Agustín se opuso enérgicamente a esta doctrina, sin por ello negar la libertad radical del hombre.
Estrechamente relacionada con el tema de la libertad está la cuestión del origen y la naturaleza del mal. La existencia del mal en el mundo (mal físico o mal moral) preocupó profundamente a San Agustín. ¿No es Dios, en último término, el responsable de la existencia del mal? En su juventud se adhirió al maniqueísmo, para el cual existen dos principios, uno del bien y otro del mal. Posteriormente lo abandonó, tomando la explicación de Plotino, según la cual el mal no es una realidad positiva, sino una privación o carencia de bien. Al no ser algo positivo, no puede ser atribuido a Dios o a otro principio.

8. Filosofía de la Historia.

La dramática elección para el hombre entre el bien y el mal no tiene, para Agustín, sólo un carácter personal e individual, sino , ante todo, social e histórico. La lucha entre el bien y el mal se realiza en el transcurso histórico de la humanidad. Esta es la perspectiva bajo la que enfoca el estudio de la historia y que ejemplifica bajo el símbolo de “las dos ciudades”.
Puesto que la auténtica felicidad del hombre se encuentra en el amor de Dios y la maldad en alejarse de él para encontrar la felicidad en los bienes del mundo, cabe considerar dos grandes grupos de seres humanos: el de los que se aman a sí mismos “hasta el desprecio de Dios” y el de los que aman a Dios “hasta el desprecio de sí mismos”. Los primeros constituyen la “ciudad terrena”; los segundos, “ la ciudad de Dios”.
Se han dado dos interpretaciones de esta teoría histórica. La primera identifica la ciudad terrenal con el Estado y la ciudad de Dios con la Iglesia. La segunda, más fiel al pensamiento de Agustín, considera que ambas ciudades se hallan mezcladas en cualquier sociedad a lo largo de la historia, y que su separación solo se realizará al final de los tiempos, en el que llega a su término el drama de la salvación.

Con esta teoría Agustín intenta relativizar todo poder temporal así como la función del Estado. Admite el papel del Estado mientras se mantenga en el ámbito de la organización de la convivencia, la paz y el bienestar temporal, pero observa que todo poder temporal tiende a absolutizarse a sí mismo, tratando de eliminar cualquier otro absoluto que entre en competencia con él. El Estado se convierte en objeto de culto religioso. Agustín llama la atención sobre ese peligro, despejando el camino por el que los seres humanos puedan dirigirse al Dios verdadero.

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Santo Tomás de Aquino (1224-1274).
Índice

1. Biografía.

2. Tema central de su pensamiento.

3. Líneas principales del pensamiento de Santo Tomás de Aquino.

3.1 Razón y fe.

3.1.1. El desafío del averroísmo y la respuesta de Aquino.

3.1.2. La existencia de Dios y las 5 vías.

3.2. La antropología tomista y el conocimiento intelectual.

3.3. La estructura de la realidad.

3.3.1. La existencia como “acto de ser”.

3.3.2. Acto de ser y participación.

3.4. Ética y política.

3.4.1. El fin último del hombre.

3.4.2. Concepto de Ley en Aquino.

1. Biografía.

Nace en una familia noble napolitana (1224). A los 20 años ingresa en la orden de los dominicos. Se traslada a París para continuar sus estudios graduándose en 1256. Su actividad docente se reparte entre París y distintos lugares de Italia, en permanente polémica con los averroístas y los franciscanos agustinistas. Muere en Marzo de 1274 cuando se dirigía a Lyon para participar en el concilio.

2. Tema central de su pensamiento.
El tema central de su pensamiento es lograr una síntesis entre razón y fe, entre cristianismo y filosofía, articulando así las diversas tradiciones filosóficas que se habían ido forjando a lo largo de la Edad Media. A partir de la síntesis entre razón y fe, Aquino elaborará una antropología, una teoría sobre la estructura de la realidad, una ética y una política con las alcanzar una respuesta a los interrogantes propios del ser humano.

3. Líneas principales del pensamiento de Santo Tomás de Aquino.
3.1 Razón y fe
3.1.1. El desafío del averroísmo y la respuesta de Aquino.
En el siglo XIII las relaciones entre razón y fe son un grave problema. El origen de este problema se encuentra en la llegada del aristotelismo a Occidente a través de los árabes y en particular de los comentarios del filósofo cordobés Averroes, creándose un movimiento conocido como averroísmo latino. El averroísmo es un problema para las relaciones entre razón y fe por sus afirmaciones contrarias a la doctrina cristiana. Son las siguientes:


-la eternidad del mundo.

-la tesis de que el alma individual no es inmortal. Sólo es inmortal el entendimiento, presente en todos los hombres y común a todos ellos.

-la teoría de la doble verdad. Hay dos verdades, una teológica o de fe y otra filosófica o de razón. La creación del mundo y la inmortalidad del alma son verdades de acuerdo con la fe y las afirmaciones opuestas son también verdad, pero de acuerdo con la razón.


Por su parte Santo Tomás asimilará la filosofía aristotélica en el marco de la ortodoxia cristiana, separándose de los averroístas del siguiente modo:


-afirmará que sólo puede haber una verdad, se llegue a ella a través de la razón o de la fe.

-el contenido de la verdad puede dividirse en tres campos:

-verdades que solo podemos saber por fe. Por ejemplo, la cuestión de la eternidad del mundo no es decidible racionalmente porque hay buenos argumentos a favor de ambas opciones; pero gracias a la revelación conocemos que el mundo tuvo un comienzo.

-verdades a las que llegamos racionalmente, sin que la fe tenga que decir nada sobre ellas. Por ejemplo, los conocimientos de la Física (desarrollados por Aristóteles).

-verdades a las que podemos acceder por ambos caminos. Por ejemplo, que Dios existe, lo cual sabemos tanto por fe como por demostración racional.
Por tanto encontramos verdades que pertenecen a ambos campos, lo cual abre un espacio de colaboración entre la fe y la razón. Esta colaboración es doble. Por un lado, la razón aclara los artículos de fe y responde a los argumentos que los contradicen. Por otro lado, la fe orienta a la razón puesto que al no haber doble verdad y al contener la doctrina cristiana afirmaciones indudables, si la razón parece contradecir a la fe ha de ser por un error en sus argumentaciones que debe ser revisado. Un ejemplo de esa colaboración está en la demostración de la existencia de Dios.
3.1.2. La existencia de Dios como contenido común a la fe y a la razón. Las 5 vías.
Tomás de Aquino va a reunir elementos tomados de Aristóteles, Platón y otras fuentes para proponer cinco argumentos o vías cuyo recorrido lleva a la afirmación de que Dios existe. Estos cinco argumentos poseen una estructura similar:
- constatación de un hecho de experiencia.

- aplicación del principio de causalidad (todo efecto necesita una causa).

- afirmación de que es imposible una serie infinita de causas.

- afirmación de la existencia de Dios.
1) Vía del movimiento.
La primera vía, genuinamente aristotélica, parte del hecho del movimiento como paso de la potencia al acto. Consta por el testimonio de los sentidos que en el mundo hay cosas que se mueven. Pero todo lo que se mueve es movido por otro. En la serie de causas o motores no es posible un proceso causal infinito, porque el problema quedaría sin resolver. Además, infinito es lo que no tiene comienzo ni fin y el proceso de demostración tiene un comienzo, la experiencia sensible, por lo que debe de tener un fin. De lo cual se concluye un primer motor inmóvil que explica el movimiento de todas las cosas que se mueven y al que todos llaman Dios.
2) Vía de las causas eficientes.
En el mundo de lo sensible hay causas eficientes. Ninguna cosa puede ser su propia causa, pues entonces sería anterior a sí misma. En la serie de causas no se puede proceder indefinidamente pues las causas subordinadas no tendrían justificación sin una primera. Luego tiene que haber una causa eficiente primera a la que todos llaman Dios.
3) Vía de la contingencia de los seres.
En la naturaleza existen seres que pueden existir o no existir. Son contingentes, es decir, no necesarios. Si el conjunto de los seres fuera contingente, no se podría explicar la existencia actual, pues habría un momento en el que no existía ningún ser, y si así fuera, no habría ahora cosa alguna, algo evidentemente falso. Tampoco se puede proceder indefinidamente en la serie de seres que tienen su existencia causada, porque sin un ser necesario no se explica la existencia de los seres. De lo que se sigue la afirmación de un ser necesario que no tenga una causa fuera de sí y que sea causa de lo demás, al cual todos llaman Dios.
4) Vía de los grados de perfección.
La experiencia nos enseña que hay en las cosas distintos grados de perfección: bondad, nobleza, belleza, etc. La diversidad de grados de perfección indica que las cosas participan más o menos de una realidad que posee tal perfección. Además, el más y el menos se dicen siempre respecto a un máximo. Luego ha de existir un ser que tenga la perfección plena y sea causa de la de los demás, y a esto llamamos Dios.

5) Vía del orden y finalidad del Universo.
Vemos que en el mundo las cosas no actúan por azar, sino buscando su fin propio conforme a su naturaleza. Pero buscar los medios para alcanzar un fin exige conocerlo. Si hay muchos seres que no conocen el fin y lo consiguen, ha de haber una inteligencia superior que los oriente. No es posible un proceso infinito en el orden de las causas que conducen a un fin, luego debe haber una causa suprema directora del universo, y a esta llamamos Dios.
3.2. La antropología tomista y el conocimiento intelectual.
A partir de la síntesis entre razón y fe que busca Aquino, este autor elabora diversos saberes con los que dar razón de los distintos ámbitos de la realidad. Entre ellos se encuentra una antropología cuyas características son las siguientes.
Frente al platonismo de San Agustín que identificaba al hombre con el alma y afirmaba que el alma y el cuerpo son dos sustancias distintas y accidentalmente unidas, Aquino afirma con Aristóteles que el ser humano es una única sustancia cuyos principios constitutivos son el alma y el cuerpo. Acepta la definición aristotélica de alma como acto de un cuerpo que tiene vida en potencia, lo cual le lleva a admitir la concepción hilemórfica del ser humano.
Por tanto el entendimiento o capacidad racional humana está unido esencialmente a un cuerpo material dotado de determinados órganos de conocimiento (los sentidos). De ahí que el entendimiento humano elabore sus conceptos a partir de los datos suministrados por la percepción sensible. Es decir: todo nuestro conocimiento comienza con los sentidos.
Esto plantea un problema. Las percepciones sensibles son siempre singulares y concretas y nos ponen ante objetos individuales mientras que los conceptos son universales. ¿Cómo se realiza el paso de lo singular a lo universal, de lo sensible a lo conceptual? Mediante el siguiente proceso:
1) los sentidos perciben una realidad.

2) estas percepciones dejan una representación (huella) en la imaginación o memoria.

3) el entendimiento prescinde de sus contenidos concretos y obtiene los rasgos universales o comunes (proceso de abstracción).

4) el entendimiento formula el concepto correspondiente a esa realidad.
3.3. La estructura de la realidad.
En su reflexión sobre la estructura de la realidad, Aquino repara en una distinción que cualquier persona hace al hablar de las cosas: la distinción entre lo que las cosas son (esencia) y el hecho de que existan o no (existencia). Podemos definir a los seres humanos como animales racionales pero la definición se mantendría aunque la especie desapareciera. Pues bien, Aquino toma la distinción entre esencia y existencia utilizándola como pieza fundamental de su teoría sobre la realidad.
Para Aquino la realidad está constituida por Dios y los seres creados. Dios es un ser necesario, es decir, que no puede no existir. Por lo tanto en Dios la esencia y la existencia se identifican. En él no hay composición entre ambas (es simple). Dios consiste en el puro existir. Por su parte, los seres creados son contingentes, es decir, existen pero pueden no existir, lo que significa que a su esencia no le pertenece necesariamente su existencia (y por tanto son compuestos).
3.3.1. La existencia como “acto de ser”.
Esta distinción entre lo que las cosas son (esencia) y el hecho de que existan (existencia) es interpretada por Aquino a través de los conceptos aristotélicos de potencia y acto del siguiente modo: la esencia es potencia (puede ser o existir); la existencia es acto, es decir, actualiza la capacidad de ser o de existir que es propia de la esencia.
Por tanto, la existencia de una cosa consiste en la actualización de su esencia. Ahora bien, a cada tipo de esencia le corresponde un tipo de existencia determinada. Para un viviente, existir es vivir. Para un animal, existir es tener vida sensitiva (pues es la capacidad de sentir la que lo define), para un ser como el hombre, que posee entendimiento, existir no es sólo vivir, ni sentir, sino además entender.
De este modo la estructura de la realidad muestra que la existencia o acto de ser se despliega en diversos niveles de perfección dependiendo de las esencias que en cada caso se actualizan. La existencia es perfecta en Dios, ya que ninguna esencia lo limita. Tras Dios, la existencia será más perfecta en un entendimiento que en un animal, en un animal que en una planta, y en una planta que en un ser inanimado.
3.3.2. Acto de ser y participación.
¿Cuál es la relación que se establece, por último, entre todos los seres creados y Dios? Una relación de participación. En efecto, como hemos visto, los seres creados participan del ser (existencia) en grados distintos según la capacidad de ser de sus respectivas esencias. Aquino recurre de este modo al concepto platónico de participación para intentar explicar la relación que guardan todos los seres creados con Dios y así ofrecer una concepción unitaria de la realidad. Cada cosa creada participa de la existencia en la que Dios consiste en la medida de su esencia. Aunque Aquino es aristotélico, su concepción última sobre la realidad muestra una profunda inspiración platónica. En breve resumen:
1)La realidad para Aquino está constituida por Dios y los seres creados.

2)En Dios coinciden esencia y existencia. Es un ser necesario. Aquello en lo que consiste (esencia) es existir (existencia).

3)En los seres creados la existencia no pertenece necesariamente a su esencia. Por lo tanto son contingentes.

4)Cada ser creado existe en un grado de mayor o menor perfección según la esencia que en cada caso actualiza y así participa en mayor o menor grado del puro existir en el que Dios consiste.



3.4. Ética y política.
La búsqueda de una síntesis entre razón y fe implica, para Aquino, elaborar también una ética y una política. Con ellas Aquino reflexionará sobre el fin último del ser humano y la naturaleza de la Ley que debe ordenar nuestra vida en sociedad.
3.4.1. El fin último del hombre.
Aquino acepta del aristotelismo que el fin último del hombre es alcanzar la felicidad. Ahora bien, para Aristóteles la felicidad consiste en el ejercicio de lo que es más propio del hombre, la actividad racional. Aquino lo rectifica y añade que el fin propio del hombre y de la razón es Dios. Por tanto la felicidad está en elegir y crear en nosotros hábitos de acción racionales (virtudes) que nos acerquen a Dios. A las virtudes intelectuales y morales de Aristóteles, Aquino añade las virtudes teologales de la tradición cristiana (fe, esperanza y caridad), indicando que el ser humano no puede alcanzarlas por sí mismo: son un don otorgado por Dios.
3.4.2. Concepto de Ley en Tomás de Aquino.
En su reflexión política, Aquino va a distinguir diversos sentidos del término Ley. Para comenzar, considerará que la totalidad del Universo está sometida a una ordenación que depende de Dios como creador, según la doctrina cristiana. Esta ordenación divina del Universo recibe el nombre de Ley Divina. La Ley Divina es el plan de Dios para la totalidad de la creación.
Esta ordenación general del Universo regula el comportamiento de los seres naturales carentes de libertad a través de las leyes físicas. El hombre, como ser libre, es ordenado por una ley moral que respeta su libertad. Según Aquino, esta ley moral recibe el nombre de ley natural y consiste en aquella parte de la ley eterna que se refiere específicamente a la conducta humana.
El contenido de la ley natural se deduce del repertorio de tendencias naturales del ser humano. Estas tendencias naturales se clasifican en tres órdenes: 1) En tanto que sustancia, el ser humano tiende a conservar su propia existencia. El cumplimiento de esta tendencia impone el deber de procurar su conservación. 2) En tanto que animal, el ser humano tiende a procrear. De esta tendencia cabe deducir normas relativas a la consecución del fin de la procreación y del cuidado de los hijos. 3) En tanto que ser racional, el ser humano tiende a conocer la verdad y a vivir en sociedad. De estas tendencias surgen las obligaciones de buscar la verdad y de respetar las exigencias de la justicia en nuestra relación con los demás.
La ley natural impone la vida en sociedad y ésta sólo es posible sobre la base de unas normas legales que regulen la convivencia y a las que Aquino llama ley positiva. Las relaciones entre la ley positiva y la ley natural son las siguientes:
-La ley positiva es una exigencia de la ley natural y no una imposición de los más fuertes o un convenio entre iguales. Viene exigida por la naturaleza del hombre como ser social.

- La ley positiva constituye una prolongación de la ley natural. Su contenido concreta la ley natural que, por sus carácter general, no ordena detalladamente la convivencia humana.

- La ley natural ha de ser respetada por la legislación positiva. La ley natural señala por tanto los límites dentro de los cuales ha de organizarse la convivencia humana.

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Notas sobre Descartes (1596-1650)




Índice.

1. Biografía.

2. Tema central de su pensamiento.

3. El pensamiento moderno y el racionalismo de Descartes.

3.1. El punto de partida.

3.2. La estructura de la razón y el método.

3.3. La duda metódica.

3.4. La primera verdad.

3.5. Las ideas y la realidad extramental.

3.6. La existencia de Dios y del mundo.

3.7. La estructura de la realidad y la sustancia.

3.8. El ser humano.



1. Biografía.

Descartes nace en el seno de una familia noble. Se educa en el colegio de los jesuitas de la Fléche. Terminada su educación decidirá continuar su formación en "el gran libro del mundo". Conocerá Europa al participar en la Guerra de los 30 años. Acuartelado a orillas del Danubio, concibe su proyecto de reforma del saber. En 1623 abandona el ejército. Una moderada fortuna le permite llevar una vida de retiro y estudio. En 1649 es invitado por la reina Cristina de Suecia como instructor. Muere al año siguiente en Estocolmo.

2. Tema central de su pensamiento.

El tema central del pensamiento de Descartes es encontrar una verdad absolutamente indudable a partir de la cual poder edificar de nuevo el conjunto del saber humano. Las diversas ciencias son expresión de un único saber, el saber humano, y si ese saber carece de fundamento firme, todas las ciencias carecen de él. Para alcanzarlo recurrirá a la razón y a su modo de proceder, el método, sometiendo a crítica los saberes de su tiempo e inaugurando con esa decisión una nueva época: la Edad Moderna.

3. El pensamiento moderno y el racionalismo de Descartes.

Frente al pensamiento medieval, el pensamiento moderno se va a caracterizar por la afirmación radical de la autonomía de la razón. Esta autonomía implica: 1) que su ejercicio no sea coartado por ninguna instancia exterior a ella, sea la tradición, la autoridad o la fe religiosa; 2) que la razón es la capacidad humana a la que le corresponde juzgar sobre lo verdadero y lo conveniente tanto en el ámbito del conocimiento teórico como en el ámbito práctico de la moral y la política.
Pues bien, el pensamiento moderno comienza con Descartes. Es el introductor del racionalismo, una de las corrientes filosóficas modernas que se caracteriza por afirmar la autosuficiencia de la razón, la existencia de ideas innatas y la matemática como modelo de saber.

3.1. El punto de partida.

Descartes es educado en la filosofía escolástica y llega pronto a la conclusión de esa filosofía resulta obsoleta y cargada de prejuicios. Encuentra en ella un conjunto de disputas entre escuelas distintas en las que todos pretenden tener razón.
Ante esta situación, nos dice Descartes en su obra “Discurso del método”: “sentía continuamente un deseo imperioso de aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, con el fin de ver claro en mis acciones y caminar con seguridad en esta vida”. Por esta razón su objetivo va a ser encontrar un fundamento firme y seguro para el saber y las ciencias. Para lograr ese objetivo Descartes utilizará como único instrumento la razón, admitiendo sólo aquello que se ajuste a sus exigencias.

3.2. La estructura de la razón y el método.

Para Descartes es a la razón a la que debemos acudir para conseguir conocimientos ciertos y fiables. Por tanto será necesario conocer su estructura y su funcionamiento para poder aplicarla correctamente y alcanzar verdades firmes.
Pues bien, de acuerdo con la estructura de la razón, hay para Descartes dos modos de conocer: la intuición y la deducción. Por intuición entiende Descartes una aprehensión intelectual (captación inmediata) tan clara y distinta de conceptos simples (naturalezas simples dice Descartes) que no deja lugar a dudas a una mente atenta. De este modo podemos intuir o captar de modo inmediato que uno mismo existe, que piensa, que el triángulo está definido por tres líneas, la esfera por una sola superficie, etc. En segundo lugar, entre unas intuiciones y otras aparecen conexiones que la inteligencia descubre y recorre por medio de la deducción. La deducción es por tanto una sucesión de intuiciones de conceptos simples y de las conexiones que se establecen entre ellos.
La intuición y la deducción constituyen el dinamismo interno de la razón, su modo de proceder y ejercitarse. Ahora bien, esto plantea un problema. Si la razón es la misma en todos los seres humanos ¿por qué hay opiniones contradictorias y discusiones sin fin? La respuesta es clara para Descartes: porque no empleamos bien la razón. No basta tener capacidad racional, hay que utilizarla bien. De ahí la importancia del método en Descartes: el método va a ser la forma de dirigir bien la razón y con su guía el hombre podrá alcanzar la verdad.
¿En qué consiste el método? En un conjunto de reglas sencillas cuya utilización procurará certeza al conocimiento. Estas reglas son cuatro:

1) no admitir nada como verdadero si no sabemos con evidencia que lo es. Regla de la evidencia.
Para Descartes es evidente todo aquello que percibimos clara y distintamente. Pensamos algo con claridad cuando lo pensado está presente y manifiesto a una mente atenta. Pensamos algo con distinción cuando lo pensado, además de ser claro, está separado y segregado de todo lo demás, de modo que no contiene en sí mismo nada más que lo que es claro.

2) dividir cada dificultad en tantas partes como sea posible y necesario para resolverlas mejor. Regla del análisis.

3) conducir con orden nuestros pensamientos comenzando por los objetos más simples y fáciles de conocer para subir poco a poco a los más complejos suponiendo incluso un orden entre los que no se siguen naturalmente unos a otros. Regla de la síntesis.

4) hacer revisiones tan generales de nuestros pasos que estemos seguros de no omitir nada. Regla de la enumeración.

Estas reglas indican un modo de proceder que no es arbitrario porque es el único método que responde la dinámica interna de la razón, es decir, al modo en que la razón funciona y se ejercita.
Hasta ahora, piensa Descartes, la razón ha sido utilizada de este modo sólo en el ámbito de las matemáticas produciendo resultados admirables. Nada impide que su utilización se extienda a todos los campos del saber.

3.3. La duda metódica.

La búsqueda de un punto de partida absolutamente cierto implica, como se sigue de la primera regla del método, eliminar todos los conocimientos, las ideas y las creencias que no aparezcan dotados de una evidencia absoluta, es decir, hay que eliminar todo aquello de lo que sea posible dudar. De ahí que Descartes comience su búsqueda con la duda. Y esta duda es metódica: es una exigencia del método, no una duda escéptica (que niegue la posibilidad de conocimiento verdadero).
Descartes va a proponer tres razones para dudar de nuestros conocimientos:
-hay que dudar de los conocimientos que provienen de los sentidos porque estos nos engañan en numerosas ocasiones. Se podrá decir que esa experiencia no es habitual y afirmar que el conocimiento sensible es solo probable. Pero un conocimiento probable no es cierto sino dudoso y lo dudoso no puede fundamentar el saber.
-Podemos dudar de los sentidos, pero no de que existan las cosas que percibimos. Por ello Descartes añade una razón para dudar de su existencia: la imposibilidad de distinguir vigilia y sueño. A veces soñamos situaciones muy parecidas a las de la vigilia, o tenemos la sensación de que lo que soñamos lo estamos realmente viviendo ¿no podría ocurrir entonces que lo que creemos vivir en realidad no es sino un sueño? ¿cómo distinguir el sueño de la vigilia con certeza?
-la imposibilidad de distinguir absolutamente la vigilia del sueño permite dudar de la existencia de las cosas pero no parece afectar a verdades como las matemáticas. Dormidos o despiertos, los ángulos de un triángulo sumarán 180 grados. De ahí que Descartes añada un tercer motivo de duda: tal vez exista un genio maligno que me haga creer que lo que experimento o que las propias matemáticas son ciertas. Esta hipótesis equivale a suponer que tal vez la razón humana se equivoca precisamente cuando piensa captar la verdad con evidencia, es decir, con claridad y distinción.

3.4. La primera verdad.

La duda llevada al extremo parece conducir al escepticismo porque afecta incluso a la razón, fuente segura de todo conocimiento. Sin embargo Descartes afirma encontrar una verdad absoluta inmune a toda duda: la existencia del propio sujeto que piensa. Veámoslo:
Si pienso que el mundo existe, tal vez me equivoco al pensarlo, pero es indudable que yo lo pienso. Si pienso que la matemática es cierta, tal vez me equivoco al pensarlo, ya que un genio engañador puede hacérmelo creer pero incluso en esa situación, es indudable que yo lo pienso. Por tanto, mi existencia como sujeto que piensa, es decir, que duda, que se equivoca, que puede ser engañado, etc, es indudable. Descartes lo expresa con su célebre frase: “Pienso, luego existo”.

3.5. Las ideas y la realidad más allá del pensamiento.

Tenemos una verdad indudable: la existencia del yo como sujeto pensante. Pero ¿cómo conseguir la certeza de que existe algo aparte de mi pensamiento?
Para responder a este problema Descartes parte de la realidad del pensamiento del sujeto como actividad. Ahora bien, el pensamiento tiene contenidos (siempre que pienso, pienso algo). Esos contenidos reciben el nombre de ideas. Pues bien, Descartes considera que sometiendo a análisis las ideas podremos descubrir alguna que se refiera con certeza a una realidad distinta del sujeto pensante y que, en consecuencia, nos permita romper el cerco del pensamiento y salir a la realidad extramental. Para ello distingue tres tipos de ideas:
1) ideas adventicias: parecen provenir de nuestra experiencia externa. No nos sirven porque la experiencia no nos ofrece evidencias sino solo probabilidades (duda metódica).

2) ideas facticias: las construye la mente a partir de otras ideas. Por ello su validez es cuestionable.

3) existe un tercer tipo de ideas que no provienen de la experiencia ni son construidas a partir de otras ideas.

¿Cuál es su origen? La única contestación es que el pensamiento las posee en sí mismo, es decir, que son innatas (afirmación fundamental del racionalismo).
Ideas innatas son por ejemplo la de pensamiento o existencia, tal como las encuentro en la percepción del "pienso luego existo". Además, entre ellas está idea de infinito, que Descartes identifica con la idea de Dios.
¿Cual de estas ideas será la que nos permita salir del pensamiento a la realidad extramental?

3.6. La existencia de Dios y del mundo.

La idea de Dios es innata. No es adventicia porque no tenemos experiencia directa de Dios y no es facticia porque Descartes afirma que la noción de finitud y limitación presupone la de infinitud y por tanto no se deriva de ella.
Pues bien, Descartes afirma que la idea de Dios se refiere a una realidad extramental. Ella es la idea que buscamos. Pero para justificar esa afirmación Descartes deberá demostrara la existencia de Dios a partir de su idea. Entre los argumentos que utiliza destacan dos:
-el argumento ontológico, ya utilizado en la Edad Media por San Anselmo. No cabe pensar en Dios (es decir, en un ser sumamente perfecto) al que le falte la existencia (es decir, al que le falte una perfección) del mismo modo que no cabe separar de la esencia de triángulo el que sus tres ángulos valen dos rectos, o de la idea de montaña la idea de valle.
-un argumento basado en la causalidad aplicada a Dios. Debe haber una proporción entre la causa y lo causado, de modo que la idea de infinito requiere una causa infinita, luego ha sido causada en mi por un ser infinito. Por tanto el ser infinito existe.
A continuación Descartes demostrará la existencia del mundo a partir de la existencia de Dios. Puesto que Dios existe y es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que me engañe sobre aquello de lo que tenemos ideas claras y distintas. Y tenemos ideas claras y distintas del mundo entendido como extensión y movimiento. En efecto, para Descartes, como para Galileo y para toda la ciencia moderna, el mundo está exclusivamente constituido por extensión y movimiento.

3.7. La estructura de la realidad y la sustancia.

A partir de lo anterior Descartes distingue tres ámbitos de la realidad: Dios o sustancia infinita, el yo o sustancia pensante y el mundo o sustancia extensa. El concepto de sustancia es fundamental en el racionalismo y Descartes la define como toda cosa que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir. Descartes reconoce que esta definición solo puede aplicarse de modo absoluto a Dios porque el resto de los seres son creados y conservados por Él.

3.8. El ser humano.

La realidad está constituida para Descartes por tres sustancias: la sustancia infinita, la pensante y la extensa. ¿Cómo entender al ser humano desde esta perspectiva? Descartes afirmará que el ser humano es un compuesto de dos sustancias distintas: la material, el cuerpo, y la pensante, el yo o alma (dualismo).
El objetivo de Descartes al afirmar que cuerpo y alma son dos sustancias distintas es salvaguardar la autonomía del alma respecto a la materia. La ciencia clásica, cuya noción de materia comparte Descartes, impone una concepción mecanicista y determinista del mundo que no dejaba lugar para la libertad. La libertad solo podía salvaguardarse entendiéndola como una realidad autónoma e independiente de la materia. Esta independencia del alma y del cuerpo es la idea central aportada por el concepto cartesiano de sustancia.